San isidro 2014 fue mi primera celebración de tradición popular que documenté. Era verano y el sol castigaba, principalmente a la gente que iba disfrazada. Ese día a mí también me costó mucho sudor, en la mochila llevaba dos objetivos extras que pesaban y un flash. Además, que no investigué lo suficiente y no sabía que luego en la noche tendría que moverme hasta las vistillas casi en el barrio de la Latina.
En ocasiones el costumbrismo hace de la elegancia una representación menos aburrida. Los atuendos tradicionales madrileños tienen menos ángulos en sus diseños, hay menos geometría y más oleaje de curvas. Mientras que la solemnidad la ponemos nosotros, las personas; con la dignidad y ganas de lucir como chulapas y chulapos. Otra alegría fue constatar el enraizamiento de otras etnias en el meollo cultural madrileño. Lo inevitable que es el porvenir y la llegada siempre de una nueva época, estaba esbozado en la juventud de otros origenes que con verídico entusiasmo vestían madrileñamente tradicional; ya días antes había visto chavales y chavalas en el ajetreo por toda la ciudad localizando disfraces o diseñándolos para luego confeccionar. Y eran de China, Suramérica, de Rusia o Rumania, también de centro Asia. Mas colores, más rasgos, más dinámica, ¿una ciudad más? ¿O puede ser determinante a nivel continental?